Ashdown Rootmaster 420
Esta vez vamos a empezar la casa por el tejado y de una manera que nunca antes habíamos hecho, pero bueno, alterar el orden establecido es a menudo parte del atractivo de las cosas, ¿o no? ¿Y qué vamos a hacer? Pues comenzar publicando la frase que la marca utiliza en su sitio web para definir la nueva serie Rootmaster a modo de resumen publicitario o argumento de venta, y después contrastarla con la prueba que llevamos a cabo para terminar dando un veredicto de “verdadero” o “falso”. Y esa conclusión que nos transmite Ashdown para engancharnos al producto es: Para los bajistas que tocan mucho y a menudo pero tienen un presupuesto limitado, Rootmaster es una opción más que fiable que ofrece muchas funciones y prestaciones.
La marca inglesa es una de las más prolíficas en cuanto a nuevos lanzamientos y renovación de productos, y una de las que mejor ha entendido que el mercado no está muy boyante que digamos, y que por tanto no son tiempos de precios caros ni de exquisiteces o planteamientos innecesarios. Eso no quiere decir que Asdown no tenga en su catálogo productos de alta gama dirigidos a los profesionales para los que el dinero no es un problema. Los tiene y muy buenos, con algunos modelos signature de los que quizás algún día traigamos alguno a estas páginas. Pero el grueso de sus ventas están en otro sitio, en el mundo de a pie. Y la marca que quiera estar hoy en día en la mente del universo general de los bajistas no tiene otra que ofrecer cabezales pequeños, que pesen poco, suenen bien y que tengan un precio contenido.
En este sentido parece que la realidad da la razón a la frase de conclusión marketiniana con la que empezábamos este artículo: el cabezal Roomaster 420 tiene unas dimensiones de 78 x 313 x 225 y un peso de 4 kilos, y su precio es poco más de 400 euros, así que… ¡bingo!
La serie Rootmaster fue presentada en 2014 y poco a poco ha ido cosechando ventas en un segmento donde la competencia se ha hecho feroz. Ya no hay prácticamente ninguna marca que no tenga su línea (o varias) de este tipo de cabezales de esencia contenida en tarro pequeño. Incluso algunas de las marcas top que se resistían, no tuvieron más remedio que ceder y producir lo que la gente demandaba, como es el caso de Aguilar (Tonehammer) o EBS (Reidmar). Entremos en harina y veamos qué nos ofrece este Rootmaster 420.
Diseño
Es posible que para muchos la estética de un cabezal sea algo secundario, pero para otros muchos bajistas es algo importante. Al fin y al cabo, cuando tocamos sobre un escenario hay una parte visual que inevitablemente se conjuga con la parte musical, e igual que cuidamos nuestro vestuario, nuestro aspecto personal o incluso la imagen general del propio grupo, puede que el diseño exterior de nuestros instrumentos, entre ellos el amplificador, también nos apetezca que sea de nuestro gusto y de quien ponga sus ojos en él.
Y este es otro punto a favor del Rootmaster 420 en mi humilde opinión. Cierto es que sobre gustos no hay nada escrito, y que por tanto es más que probable que lo que a mí me resulta bonito no sea más que una simple opinión personal de la que se puede discrepar, pero el “look” de este cabezal es, cuando menos, singular, y perfectamente identificable frente a otros competidores. Tres elementos de diseño destacan sobremanera y hacen que me atraiga: las formas redondeadas del chasis (esquinas curvas, algo muy poco frecuente), la equilibradísima combinación de blanco y negro con la alternancia entre fondo y botones de la mitad superior y la mitad inferior que crea un contraste elegante, y el ya clásico vúmetro estilo “retro” característico de los Ashdown. Por todo ello, me transmite una imagen sugerente y de acusada personalidad visual.
Por último, decir que la carcasa es de acero negro mate y resulta de gran resistencia a la vez que es ligera, muy ligera, con lo cual este cabezal resistirá los bolos y los desplazamientos de un sitio a otro como un verdadero campeón.
Funciones, controles y conectores
Segunda etapa del recorrido: qué puede hacer el cabezal y descripción de controles y conectores. Ya a simple vista vemos un impresionante equilibrio en la disposición de los controles e interruptores del panel frontal. Mi primera impresión fue: “aquí hay bastantes cosas y qué claro está todo”. Y empecé a escudriñar.
Vayamos de izquierda a derecha. El Rootmaster 420 solamente tiene una entrada de jack, sin diferenciar entre entrada para bajos pasivos y activos, algo habitual en los cabezales pequeños por evidente ahorro de espacio. Tampoco tiene atenuador para uno u otro tipo de bajos, con lo cual cada usuario ha de regular la sensibilidad de entrada con el mando Input, que actúa como cualquier control de ganancia estándar. Y el nivel de la señal se refleja fielmente en el vúmetro para tener siempre una referencia visual del nivel y de lo cerca o no que estamos de la sobrecarga. Entre el vúmetro y el control Input están situados el interruptor de activación/desactivación de la EQ y el interruptor Shape, que Ashdown define como la ecualización predefinida para obtener el típico sonido Ashdown y que no es otra cosa que realce de graves y agudos y enmascaramiento de medios. Siguiendo por la franja inferior, encontramos los mandos de regulación del Compresor y del Drive. Estas dos funciones disponen de su correspondiente interruptor de activación/desactivación, y es obvio lo que hacen: aplicar compresión y saturación a la señal respectivamente. En el apartado de sonido veremos la calidad de su aportación. Para completar la banda de abajo está Sub, una función de impulso de graves que ya incluyeron muchos amplis Ashdown en el pasado y que ahora la marca felizmente rescata, el control maestro de salida general (Output) y Line Mix, que permite determinar el nivel de entrada y de mezcla de la señal de un reproductor de música externo (MP3, móvil, etc.) conectado en la entrada que a tal efecto hay en el panel posterior.
La franja superior está reservada a la ecualización de 5 bandas para dar forma al sonido. Es curioso que tres controles están rotulados como graves, medios y agudos y otros dos con la indicación de la frecuencia central sobre la que aplican recorte/realce, pero en realidad estos dos últimos son simples controles de medios-graves y medios-agudos.
En el panel posterior encontramos bucle de efectos con envío y retorno, salida DI de inyección directa para la mesa de PA o de grabación, entrada de línea para la conexión de un reproductor externo, un conector combo jack/speakon con salida de hasta 4 ohmios, que es la mínima impedancia hasta la que baja el cabezal y con la que se obtiene el máximo de potencia, y un jack para un pedal interruptor (se vende por separado) para activar/desactivar con el pie las funciones de Drive y Sub.
Para que el Rootmaster 420 entregue su potencia máxima (420 W), es necesario que la salida de altavoces trabaje a 4 ohms. Y eso se puede conseguir o bien combinando dos pantallas de 8 ohms en serie, o bien con una pantalla de 4 ohms. La serie Rootmaster igualmente cuenta con diversas pantallas, y todas ellas se complementan perfectamente con este cabezal. Las opciones de la serie son: pantalla de 1 x 15, 2 x 10, 2 x 12, y 4 x 10. Las 3 primeras configuraciones son todas a 8 ohms, con lo cual si conectamos el cabezal a una sola pantalla obtendremos 300 W de potencia y si lo hacemos a dos conseguiremos 420 W. En el caso de las 4 x 10 existen dos versiones: una a 8 ohms, para conectar sola o en combinación con alguna de las anteriores, y otra a 4 ohms, para conexión en solitario y obtener el máximo de potencia con una sola pantalla.
Sonido
La prueba del cabezal se hizo con una pantalla de 2 x 10 (RM-210T), que es la que nos proporcionó el importador para España, y con algunos de mis bajos preferidos, en concreto un Fender Precision Pino Palladino, un Yamaha BB2024, un Sadowsky NYC Ultravintage y un Status Serie 2 de los años 80. Variedad y diferencias para dar y tomar. Los resultados han de leerse como una “media” de lo percibido cambiando varias veces de instrumento, un resumen de conclusiones de todos y ninguno en concreto al mismo tiempo.
Sonido inicial con todo plano: limpio y claro, sin excesiva densidad en graves y con un brillo moderado pero muy rico procedente del tweeter. En cuanto empecé a jugar con la ecualización me llamó la atención la precisión con la que responden los controles. Pequeños movimientos ya tienen incidencia apreciable en el sonido.
Rápidamente se empujan los graves con un breve giro del control Bass, por si queremos empezar a ponerle peso al sonido claro y limpio de inicio. Pero donde más se puede uno recrear buscando frecuencias es el los medios, tanto en los medios centrales (Middle) como en los adyacentes (240 Hz y 1,5 kHz), que permiten detallar esas frecuencias siempre tan críticas y que tanta importancia tienen para encontrar el sitio del bajo en la mezcla final.
La introducción del resto de funciones para el diseño del sonido son también muy importantes y todas cumplen a la perfección lo que se espera de ellas. Especial mención merece el compresor, que con un solo mando es capaz de añadir compresión de calidad (no de juguete, como he visto en cabezales de este tipo en más de una ocasión), suavizando y recortando el exceso de picos de la dinámica al tocar a la vez que añade calidez y pegada extra al compactar el espectro dinámico.
Si damos entrada a la función Drive nos daremos una vuelta por otro concepto sonoro completamente diferente: el de la simulación de los amplificadores de válvulas. Y aquí también el margen de actuación es inmenso: con muy poquito que subamos el control ya descubriremos ese color y calor que ponen las válvulas en el sonido y cuya simulación aquí es más que aceptable, y si continuamos avanzando podemos llegar hasta cotas de distorsión sólo válidas en según qué casos o tipos de música. Yo me encontré muy cómodo, y con la sensación de que siempre aportaba musicalidad al bajo, cuando el control estaba a un 10-15 % de su recorrido.
Pasamos ahora al control Sub. Los usuarios o ex usuarios de la marca lo conocerán bien porque siempre ha sido una prestación muy valorada de los amplis Ashdown. Se trata de un empujón de graves que no solo actúa como realce sobre las bajas frecuencias, sino que también aumenta la resonancia del sonido en general y es muy útil como corrector en esas típicas situaciones en las que en espacios muy abiertos o en lugares con mala acústica nos parece que el bajo se queda sin “chicha”.
Conclusión
Tras este repaso por la construcción y las prestaciones de este pequeño pero poderoso cabezal de Ashdown, llegamos a la etapa final que nos habíamos propuesto al principio de esta prueba: verificar si la afirmación publicitaria de la identidad y bondades de este ampli son ciertas o no lo son.
Ya estaréis intuyendo que vamos a darle nuestro beneplácito, porque no hay nada que objetar ni criticar sobre lo que el fabricante promete. Es un cabezal pequeño, que pesa y ocupa muy poco, cuyo rendimiento a nivel de calidad de sonido es más que satisfactorio y donde no se echa en falta nada de lo que un bajista puede desear para tocar a gusto. Es más, incorpora algunas características (compresión, simulación de saturación de válvulas, etc.) más propias de equipos de alta gama que además nos pueden ahorrar gasto y complicaciones que supone tener que buscar estos efectos a base de pedales.
Si estás pensando en cambiar tu ampli o en pasarte al segmento del “bueno/bonito/barato y pequeño”, pruébalo. Resistente, potente y asequible, no te defraudará. Y además con la etiqueta de una de las marcas más punteras en amplificación para bajo desde hace ya muchos años.
Jerry Barrios
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