Yamaha Silent Bass SLB-300
El contrabajo es, sin lugar a dudas, un instrumento increíble. Todos adoramos su sonido grande, la calidez de la madera en un instrumento acústico y la increíble versatilidad que ofrece y que hace que se pueda usar en mil estilos musicales desde música clásica a jazz, folk, blues, rockabilly y mucho más.
Desgraciadamente a veces todas estas características que adoramos no compensan los grandes problemas añadidos como son el transporte, la fragilidad o la dificultad de amplificarlo para directo de modo eficaz.
Fueron de hecho todos esos problemas unidos a la necesidad de permitir a los guitarristas hacer la función de bajo los que dieron pie al nacimiento del bajo eléctrico en 1951 a cargo de Leo Fender, instrumento que de hecho ha revolucionado la música para siempre, así que podríamos decir aquello de “no hay mal que por bien no venga”.
Sin embargo para los que siguieron y siguen usando el contrabajo (bien porque no querían usar el bajo eléctrico, bien porque usan ambos), aquellos viejos problemas seguían a la orden del día.
Un poco de historia
Ahí es donde nacen los contrabajos eléctricos, los cuales no son precisamente nuevos. Hace ya casi un siglo que nacieron los primeros instrumentos de este tipo a cargo de Regal, Rickenbacker y Vega.
Si bien aquellos primeros intentos se alejaban mucho tanto en sonido como en ergonomía a un contrabajo real, en algunos casos sí que tuvieron cierto uso por las ventajas que consistían.
Se trataba básicamente de “palos” macizos con un diapasón y algún sistema de captación de las cuerdas metálicas, casi siempre una pastilla magnética, lo cual hacía que el sonido fuera en realidad muy similar al del bajo eléctrico.
En realidad ni los sistemas de captación se habían desarrollado lo suficiente, lo cual hizo que cayeran en desuso rápidamente.
A día de hoy los sistemas de captación de sonido para contrabajo han evolucionado muchísimo, al igual que la amplificación, y contamos con una enorme variedad de métodos como piezo eléctricos (Fishman, David Gage, Shadow, Wilson, etc), micros de contacto (LARS, Schertler) e incluso pastillas magnéticas (Krivo, Schaller).
La cuestión es que aunque todos estos sistemas funcionan razonablemente bien, si eres un poco exigente con tu sonido es muy probable que no estés satisfecho porque la diferencia con el sonido real del contrabajo es tremenda. Se trata en casi todos los casos de un sonido de “instrumento grave”, sin mayor parecido al de verdad que hemos aceptado como cálido porque no nos queda más remedio.
Nada captura mejor el sonido de un contrabajo que un micrófono, sobre todo en estudio. El uso de un micrófono para directo es casi siempre inviable por la cantidad de acoples, así que al final los contrabajistas hemos dado por válido el sonido de las pastillas, pero eso ni siquiera resuelve el problema del transporte y de la enorme fragilidad de un contrabajo, el cual sin duda va a tener que repararse varias veces en los años de uso que se le dé, con el consiguiente desembolso de dinero, que además no será poco.
Hartos de las roturas y problemas de transporte, muchos contrabajistas se han planteado el uso de un contrabajo eléctrico ya que llevar un instrumento “sin cuerpo” que cabe en una funda alargada es un sueño, pero aquí nos enfrentamos a dos problemas: por un lado la estética de un “palo” no es la ideal en ciertos entornos y tipos de música, sobre todo los más tradicionales.
Por otro lado, el sonido sigue pareciéndose muy poco (por no decir nada) al de un contrabajo tradicional porque estos instrumentos al final usan sistemas de captación piezo o en ocasiones magnéticos que como decíamos antes, entregan un sonido de “instrumento grave” pero en nada parecido a un contrabajo.
La firma nipona Yamaha lleva años investigando en formas de hacer que los músicos puedan practicar en su casa sin molestar a cualquier hora. No en vano fueron pioneros del piano eléctrico moderno (basado en samples de sonido) con sus Clavinova en los años 80.
Más adelante desarrollaron toda una línea de sordinas para instrumentos de viento metal que amortiguaban casi el 100% del sonido acústico al tiempo que permitían que el músico se escuchara con auriculares.
Luego llegó la gama Silent Guitar y Silent Violin-Viola-Cello que consistían en versiones sin caja de resonancia de aquellos instrumentos y, en el caso de la guitarra, con unos aros que permitían al músico tener una posición correcta al tocar al tiempo que un transporte muy sencillo ya que dichos aros se podían desmontar en un segundo. El sonido seguía siendo un tanto duro y artificial, pero al menos el transporte se facilitaba mucho.
Poco más tarde salió el contrabajo Silent Bass SLB-100 y posteriormente el más portátil SLB-200. Ambos instrumentos ofrecían al músico una sensación muy real al tocar ya que todas las referencias del instrumento acústico estaban imitadas a la perfección: grosor del mástil, punto de unión al cuerpo, simulación de aros para posición de pulgar, radio de las cuerdas en el puente para uso de arco, etc.
El problema es que esos Silent Bass iniciales pese a resolver el tema del transporte y ergonomía de un modo genial, seguían sonando artificiales porque la base del sonido era un sistema piezoeléctrico.
Esto le pasaba también a los usuarios de las Silent Guitar, así que Yamaha se puso manos a la obra para desarrollar un sistema propio que han denominado SRT (Studio Response Technology) y que es el que han incorporado en el nuevo modelo SLB-300 y que hoy analizamos en detalle para Bajos y Bajistas.
Yamaha Silent SLB-300
El instrumento viene en una funda acolchada de calidad que será suficiente para el uso diario (para giras se recomienda un estuche rígido). Nos gusta el hecho de que se tarde unos 30 segundos en montar ya que todo lo que hay que hacer es apretar un par de tornillos grandes que fijan los “hombros” y el lateral que simula el aro superior, así como insertar la pica y listo.
El cuerpo está hecho de caoba (aros y fondo) y abeto (tapa) y el mástil de arce. El diapasón es de palosanto pero lo suficientemente duro como para soportar el uso durante años.
El puente de arce es ajustable en altura y el cordal es de ébano y adaptado a la forma y tamaño del instrumento para poder usar cualquier tipo de cuerdas de contrabajo sin modificación.
Por su parte, la pala (que carece de voluta para reducir el tamaño) incorpora 4 clavijas individuales de alta calidad. De fábrica viene con cuerdas D’Addario Helicore Hybrid aptas tanto para pizzicato como para arco. Lógicamente puedes ponerle las que tú prefieras.
La longitud de cuerda vibrante es de 103cm, es decir, un 3/4 cómodo de toda la vida.
La calidad de construcción y acabados no sorprende, ya que los estándares de Yamaha son siempre altos. Absolutamente impecable en ese sentido.
Nos parece que el instrumento viene con un montaje más que aceptable en cuanto a altura de cejilla y posibilidad de ajuste en el puente, pero lógicamente cada músico tendrá aquí sus preferencias así que si precisas por ejemplo una acción muy baja es posible que se lo tengas que llevar a tu luthier para que le dé un repaso y te lo deje a tu gusto.
En realidad esto es lo mismo que ocurre con cualquier otro contrabajo sea del precio que sea, pero en cualquier caso para muchos contrabajistas está claro que tal y como viene ajustado de fábrica será perfecto.
En uso
La sensación al tocarlo es sencillamente súper natural. De hecho no se nota ninguna diferencia respecto a su hermano acústico. Ya sea en las primeras posiciones, en posición de pulgar o en la zona de transición, Yamaha ha conseguido crear un contrabajo eléctrico que realmente te hace pensar que estás tocando tu instrumento de toda la vida.
Existe un accesorio opcional para que el lateral que apoyamos en el cuerpo tenga unos centímetros más, lo cual puede resultar interesante, especialmente a la hora de tocar con arco. También hay otro accesorio opcional para poder apoyártelo en la pierna si tocas sentado.
Una vez descrita la parte física del instrumento, pasamos a la más interesante, que es la electrónica.
Hace unos meses hicimos una review de un previo muy especial de la marca Audio Sprockets llamado Tone Dexter. Te recomendamos que le eches un vistazo porque la tecnología SRT de Yamaha consiste básicamente en lo mismo.
En resumen se trata de lo siguiente: Yamaha se encarga de grabar en un estudio y con micrófonos de primer nivel un contrabajo de calidad, el cual lleva instalada también una pastilla piezoeléctrica.
El músico toca una serie de frases musicales y se graban dos pistas a la vez: el sonido que capta la pastilla piezo y el sonido que capta el micro.
A partir de ahí y mediante una serie de operaciones matemáticas y acústicas realmente complejas, hacen que el sistema compare las dos formas de onda de modo que al usar después únicamente la pastilla piezo eléctrica, el sonido que escuchemos se asemeje lo más posible a lo que estaba captando el micrófono. Parece ciencia ficción, pero es real.
Con el Tone Dexter tú mismo debes hacer todo ese proceso y acudir con tu contrabajo a un estudio y realizar todo ese proceso, pero en el caso del SLB-300, los técnicos de Yamaha lo han hecho por ti y puedes disfrutar de ese sonido inusualmente real nada más sacar el instrumento de su estuche.
Dado que el Silent Bass incorpora un sistema piezo, podemos usar el instrumento 100% en modo pasivo, pero lo cierto es que ese es prácticamente un modo de emergencia para cuando se agotan las baterías y poco más.
En cuanto le ponemos dos pilas tipo AA (LR6 podemos acceder al corazón del instrumento y las 3 recreaciones de sonidos reales que incorpora mediante la tecnología SRT.
Los controles no podrían ser más sencillos: Volumen, Graves, Agudos, selector de la “imagen” y control Blend para mezclar la señal procesada con la del piezo original.
Los modos de funcionamiento de este instrumento son los siguientes:
Electrónica en Off: tenemos la señal del Piezo sin pasar por ningún previo. Es una señal muy baja que hay que subir con la ayuda de algún previo o DI externo y es el sonido más duro y poco realista.
Electrónica activada pero sistema SRT apagado (accedemos a este modo pulsando el potenciómetro BASS, el cual se ilumina en verde). Sigue sonando sólo el piezo pero con mucha más señal y el uso de las dos bandas de EQ (digamos que hasta ahí sería como un SLB-200)
Electrónica activada + SRT (volvemos a pulsar el control Bass para ello): aquí accedemos a las 3 imágenes que almacena el SLB300, pasando de una a otra pulsando y manteniendo apretado el control BLEND (se enciende en ámbar dicho control 1, 2 o 3 veces indicando el micro que está seleccionado).
Comenzamos las pruebas como es lógico escuchando las “imágenes” que Yamaha ha capturado en estudio y que son las siguientes:
Rich_ Micro de válvulas clásico que entrega un sonido suave y equilibrado
Simple _Micro dinámico como in sonido claro y definido
Warm_ Un micro de válvulas diferente con mayor énfasis en el registro grave y más calidez de sonido.
Cada una de ellas suena ligeramente diferente y, efectivamente, se distancian mucho del sonido de cualquier piezo. Es bastante sorprendente escuchar un sonido tan natural y acústico saliendo de un instrumento que es básicamente eléctrico.
Nos parece de entrada el sonido mas real que hemos oído hasta la fecha en este tipo de instrumentos. De hecho el SLB300 suena a través de un amplificador más acústico que un contrabajo acústico con pastilla.
Quizás no sea exactamente el mismo sonido que escucharíamos en un estudio con un contra acústico y un micro porque aunque tecnología SRT es sorprendente, hay alguna limitación, pero vamos, que gana de calle a cualquier otro.
El control Blend es realmente interesante porque aunque el sonido más natural y acústico de este instrumento es el que produce cualquiera de los 3 “micros”, ocurre también que escuchamos el contrabajo ligeramente atrás.
No es que haya un delay o latencia, pero el proceso SRT hace que esa sensación aparezca.
En ese caso resulta realmente útil mezclar la señal procesada con la no procesada del piezo mediante el Blend, ya que ahí conseguimos la inmediatez de la nota pero sin caer en el sonido duro del piezo por sí solo.
Una mezcla 75 Mic/25 Piezo funciona bien, pero en función de la acústica de la sala podrías querer una mezcla del tipo 50/50.
Otra sorpresa agradable viene al usar el arco, auténtica prueba de fuego. Con el instrumento desconectado (es decir, en modo Silent estricto), sorprende la respuesta tan positiva al arco, algo que pocas veces ocurre con un contrabajo eléctrico.
Afortunadamente al enchufar el contrabajo a un amplificador, buena parte de la naturalidad del arco se mantiene también, siendo a nuestro juicio el único instrumento de este tipo que permite el uso de arco en cuanto a respuesta y sonido, lo cual no es poco.
Conclusión
La verdad es que estamos impresionados con este instrumento. Nunca la tecnología había permitido recrear el sonido y matices de un instrumento acústico de este modo en un instrumento eléctrico que puedes transportar fácilmente, no se acopla y que te permite tocar a cualquier hora.
Teniendo resuelto el problema del transporte, el sonido y la ergonomía, estamos ante un instrumento revolucionario que puede facilitarte la vida tremendamente en bolos, viajes, así como poder practicar con auriculares sin molestar, por no mencionar el tema del espacio en un piso pequeño.
El SLB-300 no va a sustituir ni remotamente al contrabajo acústico en un estudio o en ciertas formaciones, pero de verdad que son muchas las veces en las que habríamos deseado tener algo así y además con esta calidad de sonido pero sencillamente no existía.
Por ponerle alguna pega, pensamos que los accesorios para tener más comodidad al tocar podrían venir incluidos, y también creemos que en la parte electrónica podrían haber usado otro tipo de alimentación que no fueran dos pilas AA (con vida corta de sólo 32 horas en el caso de alcalinas) sino una pila de 9 Volts así como una entrada para alimentador externo.
Y ya puestos, quizás una Reverb conmutable (sobre todo para el uso de arco) así como salida de auriculares o entrada auxiliar, elementos que sí que tenemos en otros instrumentos de la serie Silent como son la guitarra o el violín (en este caso con una caja externa).
Es cierto que todas estas cosas las puedes añadir mediante una pedalera o mesa de mezclas sencilla y asequible, pero creemos que habría sido un buen detalle incorporarlas en el SLB300 también.
Pero en fin, pequeñas pegas son esas cuando estamos ante un instrumento revolucionario y que ha adelantado por la derecha al resto de marcas que fabrican contrabajos eléctricos, así de claro.
No es un instrumento barato, pero francamente, está muy bien hecho y en cualquier caso la opción de adquirir un contrabajo acústico de gama media-baja, una buena pastilla y previo, funda, etc., no te va a costar menos y seguirías acarreando los problemas de toda la vida a la hora de sonorizarlo y transportarlo.
En definitiva, el SLB 300 va mucho más allá de la idea inicial de la familia Silent ya que además de permitirte practicar sin molestar, vas a poder usarlo en directo con una enorme calidad de sonido, algo totalmente novedoso en el caso de un contrabajo eléctrico desde que nació en la década de los años 30 del siglo pasado.
Una auténtica revolución, a nuestro juicio. Pruébalo y te convencerás.
Joaquín García
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