Yamaha BB1024X
La historia de los bajos de la serie BB de Yamaha se remonta a los años 80, cuando esta prestigiosa marca japonesa irrumpía fuertemente en el mercado con una serie de modelos que sorprendieron muy gratamente a los bajistas del mundo entero. Esta irrupción supuso una bocanada de aire fresco para quienes no querían abandonar el concepto de sonido clásico de los bajos tradicionales (lease Precision y/o Jazz Bass) pero buscaban un plus, un paso adelante en posibilidades tonales y ergonomía. Fue una década en la que el bajo abrió enormemente sus horizontes, con diseños y construcciones muy avanzadas como era el caso de los bajos de boutique con sofisticados circuitos activos, e incluso a veces radicales como los bajos sin pala o de grafito.
Los bajos Yamaha eran un punto medio muy interesante a caballo entre los modelos de la marca “de toda la vida” (Fender, claro está) y esos planteamientos de vanguardia, normalmente muy caros y demasiado encasillados en un sonido o para un tipo determinado de música. Y pronto se popularizaron y pasaron a ser la elección de nombres como Paul McCartney, Billy Sheehan, Nathan East, Michael Anthony o Lee Sklar, entre otros ilustres.
Un artículo que recorriese toda la historia de los modelos de la serie BB perfectamente podría llenar un reportaje principal de cualquier número de esta revista, así que no nos detendremos más hablando de ellos, aunque seguro que más de un apasionado de la marca nipona bien lo agradecería. Hemos traído hoy a estas páginas el modelo BB1024X, parte de la renovada serie BB de Yamaha que vio la luz, si no nos falla la memoria, allá por 2010 y que en la actualidad, a causa de la profusión de marcas, modelos y oferta, ha pasado más desapercibida que hace treinta años. Pero eso no significa que no estemos ante unos instrumentos muy a tener en cuenta en cualquiera de sus gamas. Es por ello que hemos considerado “de interés general” contaros nuestras impresiones y compartirlas para que podáis entrar en contacto con un modelo de una marca que quizás años atrás haya estado un poco más apagada, pero que sigue siendo un referente de equilibrio óptimo en cuanto a lo que a relación precio-calidad se refiere.
El primer contacto
De entrada, el hecho de que bajistas de la talla de Marco Mendoza, Glenn Hughes o Michael Anthony respalden la promoción de esta serie y toquen estos bajos en directo nos dice ya cosas. Por supuesto, la primera es que tienen un contrato con Yamaha que les pagará un buen dinero por dicho respaldo. Pero otra que salta a la vista inmediatamente es que son bajos rockeros, diseñados y formulados para este género musical, y que ninguno de estos famosos ponen su nombre junto al de una marca, por mucho que les paguen, y aún menos tocan sus instrumentos, si no son bajos que cumplan sus expectativas y exigencias, que no serán pequeñas.
La serie BB en la actualidad se compone de varios modelos que han heredado el diseño original, aunque con algunos cambios a mejor. Básicamente se trata de los modelos de gama baja (424 y 425), los modelos intermedios (1024 y 1025) y los altos (2024 y 2025), todos ellos con la posibilidad de ir sin golpeador o con él, en cuyo caso incorporan la letra X al nombre del modelo. La gama baja y la intermedia se fabrican en Indonesia (fábricas propias de Yamaha) y la tope de gama en Japón (a mano y artesanalmente). Nuestra elección para esta prueba fue el 1024X, por aquello de tirar hacia un instrumento de precio intermedio (no llega a 800 euros precio real de calle) y con el plus estético del golpeador. Veamos qué nos encontramos.
Construcción
Pues con esta reflexión previa en mente, procedimos a sacar el instrumento de su funda blanda. Salta a simple vista, como ya hemos apuntado antes, que el estilo de diseño y la sólida construcción del bajo vienen heredadas de sus antepasados BB. El cuerpo de aliso es más voluminoso que en otras series de la marca y tiene unas líneas muy redondeadas, con suaves curvaturas en ambos cuernos, superior e inferior, y un contorno a lo largo de toda la línea superior del cuerpo que facilita mucho la comodidad del pecho y el acomodo del antebrazo a la hora de tocar. El acceso a los trastes más altos es sobresaliente. Tanto colgado como sobre las piernas si tocamos sentados, el bajo no tiene ni el menor atisbo de balanceo, a lo que contribuye notablemente el tamaño de su cuerpo.
La primera sorpresa visual es el mástil, que no es de una pieza sino que está conformado con 5 piezas (3 de arce y 2 de caoba), algo habitualmente reservado a bajos de gama alta o muy alta, y también normalmente reservado a bajos construidos con mástil a través del cuerpo, y no atornillados como este. Esta construcción laminar del mástil aporta mucha estabilidad y rigidez al mismo, ya que la presión/sujeción que ejercen unas piezas sobre otras lo convierte casi en indeformable, pero es más costosa, tanto por laboriosidad como por desperdicios de madera, y por eso suele ser característica de instrumentos mucho más caros. Desde luego, no tuve el bajo el tiempo necesario para poder certificar esta excelencia de estabilidad y firmeza, pero sí puedo afirmar que el bajo me llegó en perfecto estado de curvatura del mástil, con la acción muy cómoda, que no se movió ni un ápice pese a los vaivenes de calefacción necesarios en estos días en los que no se sabe si aún estamos en invierno o ya en primavera, y que tocando transmite a las manos una total calidad constructiva.
El diapasón es de palorosa, con 21 trastes tipo jumbo que presentan un acabado y un asentamiento impecables. Las incrustaciones ovales para marcar frontalmente los trastes suponen un detalle decorativo que, junto con otros muchos puntos que iremos comentando, le dan una personalidad estética muy especial al instrumento.
El puente cromado permite encordar tanto en superficie como a través del cuerpo, y aquí otra novedad de diseño: el encordamiento a través del cuerpo no se realiza con la cuerda doblada 90º, en perpendicular al cuerpo, sino que se hace en un plano lateral con inclinación de 45º para reducir la tensión sobre la cuerdas, lo que según Yamaha optimiza la transmisión de las vibraciones hacia el cuerpo. Yo no soy físico y no puedo corroborar este hecho, pero parece de sentido común y además, cuando lleguemos al capítulo de sonido veremos la abundancia de sustain que tiene el bajo, lo cual seguramente tenga que ver, al menos en parte, con este asunto. El diseño de las selletas también fuerza menos el angulo de torsión de la cuerda al pasar por el puente, otro añadido más en busca de minimizar el estrés sobre las cuerdas.
El alma de fácil acceso en la parte inferor del mástil, las clavijas de afinación de tipo “oreja de elefante”, la cejuela del mismo níquel que los trastes (¡más sustain!), y el golpeador y placa metálica que recubre la electrónica de control, con líneas absolutamente redondeadas y especialmente diferentes a lo habitual, terminan de configurar los elementos “físicos” del instrumento.
Hasta aquí, y sin haberlo enchufado todavía al ampli, hay dos aspectos fundamentales que destacar: la curiosa la sensación de estar tocando un instrumento que me resultaba familiar a la vez que exclusivo y novedoso, y el inmediato destierro de ese común prejuicio hacia las cosas fabricadas en países como Indonesia, porque la calidad y el buen hacer en la fabricación de este instrumentoson incuestionables. Sin duda, el hecho de que esté fabricado en instalaciones propias de la marca, y no en una fábrica multi-marca que luego reparte etiquetas que se pegan en las palas, es una garantía de calidad.
Electrónica
Entramos ya en materia sonora. Y en este campo más de lo mismo: todo resulta familiar pero nada es igual que siempre. Un planteamiento clásico a más no poder: bajo pasivo con configuración de pastillas P/J pero con ideas nuevas y toques de modernidad. Y no se trata de la modernidad por la modernidad, si no al servicio del sonido. ¡Buenos estaríamos si los avances tecnológicos no nos proporcionasen mejoras sobre la tecnología de hace 30 años!
Como ya hemos dicho, se trata de un bajo pasivo. Desconozco lo que los ingenieros de Yamaha tenían en la cabeza cuando decidieron poner en marcha el diseño renovado de esta serie BB, pero seguramente fue algo así como “también se pueden mejorar los bajos pasivos y refinarlos, que los avances no sean una exclusiva de los bajos activos”. Y desde luego, a mi esta idea me toca el corazón, porque una cosa es que la historia del bajo eléctrico haya escrito la mayoría de sus páginas de oro con bajos pasivos cuyos diseños se remontan a los años 50 ó 60 y otra cosa es que estos conceptos no puedan y deban evolucionar. Un bajo que suena bien en pasivo es el cimiento sobre el que edificar el sonido. Y muchas veces, lo único que hace falta.
Las pastillas son, en mi opinión, el gran corazón sonoro de este bajo. Muchas y buenas novedades se aunan en esta configuración de P/J (mástil/puente). Especialmente diseñadas para esta serie por los ingenieros de Yamaha, la pastilla de mástil es Alnico V (tipo “Precision” divida) y la de puente es una single coil cerámica (tipo “Jazz Bass”). Es la primera vez que vemos dos pastillas de distinto tipo y tecnología de bobinado combinadas en un mismo bajo, y el resultado es magnífico. Son pastillas grandotas, con una extensa superficie de captación y capaces de absorber con uniformidad los impactos más intensos de la pulsación de un bajista de rock, perfectas tanto para tocar con púa como con los dedos. Por el contrario, no son terreno abonado ni fértil para quienes frecuenten el “slap” o estilos solistas. Recibidas en huecos con anchos rebordes cromados, también contribuyen a la estética de poderío que tiene el instrumento. Sobresalen tanto a la vista como al oído. Mientras otro fabricante nos demuestre lo contrario, es el mayor avance en pastillas pasivas “diferentes” para rock de los últimos años. Yamaha las define como “el sonido pasivo definitivo”. Yo no me atrevo a afirmar tanto, pero sí desde luego que son “el sonido pasivo que mira hacia delante” en un momento en el que parece que añorar sonidos del pasado es la única posibilidad de tener un buen sonido pasivo. Las pastillas de esta serie demuestran que hay otros caminos “pasivos”.
En cuanto a los controles, máxima sencillez: volumen, tono y conmutador de 3 posiciones para la selección de pastillas (puente/puente + mástil/mástil). Aquí sí que yo personalmente hubiese preferido un control de balance, que posibilita mucha más versatilidad al poder hacer selecciones graduales de porcentaje de una pastilla y de otra en la combinación de ambas. ¿Quizás en una próxima actualización de la serie?
Sonido
Llegó la hora de la verdad. Al local de ensayo con el bajo. Probado en mis dos ampils, un Mesa Boogie 600 M-pulse (con una 4×10 y una 1×15 también de Mesa) y en un Markbass Little Mark II (con una 2×10 y una 1×15 de la marca italiana).
Lo primero, mucha señal, casi al nivel de un bajo con previo, lo cual es culpa del poder de las pastillas. Lo segundo, versatilidad tonal pese a tener solo un control de tono, pero es que su recorrido es muy amplio y uniforme en sus transiciones. Como el sonido de base es tan bueno, gracias a las pastillas y a la consistencia y calidad de los materiales, ahí radica todo. Es un bajo con un sonido muy rico en graves, más abundantes de lo que suele encontrarse en bajos pasivos de su rango de precio. Pero tampoco se queda corto en medios, que se ven reforzados por las ya mencionadas aportaciones de sustain de la cejuela y del puente. La pastilla dividida de mástil aporta la densidad y la profundidad, y la single coil del puente introducie mordiente y tonos más nasales, aunque con menor dosis de agudos que otras pastillas de puente típicas. Utilizando ambas a la vez o cada una por separado podemos movernos por un amplio espectro de sonidos, de acuerdo con nuestros gustos personales y con la formación en la que toquemos o el tipo de música que hagamos. Tocando con mi banda de versiones que van desde Lynyrd Skynyrd hasta Jethro Tull, pasando por los Allman Brothers, Deep Purple o Wings entre otros, y con una formación de guitarra/teclado/batería/bajo, yo encontré mi sitio en el punto dulce de “todo al medio”: las dos pastillas seleccionadas y el control de tono a medio recorrido.
Toqué con los dedos y con púa y sempre respondió con pegada. Pero que nadie piense que es un tanque devastador, que los matices también tienen su sitio. A medida que las manos avanzan en dirección a los registros más agudos, las notas salen de su profundidad y se van haciendo más amables y cantarinas. Como debe ser, fuerza y sonido redondo en graves, y penetración y claridad en agudos, con medios que se van definiendo más según se incrementan las frecuencias. Y un sustain realmente apreciable.
Conclusiones
La filosofía de Yamaha en este bajo de la serie BB es muy sencilla: el sonido de base es tan bueno que no hace falta una electrónica activa para modificarlo, con los colores que nos proporciona el control de tono es más que suficiente para matizar. El bajo no decepcionará a quien busque un sonido solido y no pueda, o no quiera, gastarse un dinero excesivo. Además, su estética retro pero atrevida al mismo tiempo hace que a muchos nos entre por los ojos.
Por encima tiene a su hermano mayor, el BB2024X hecho a mano en Japón y que además incorpora el tratamiento A.R.E. de la madera que consiste en aplicar un proceso físico que hace que la madera resuene como si el instrumento fuese “vintage” pero con todo su esplendido acabado de instrumento nuevo (a la vista de cómo suena este que hemos probado, no quiero ni imaginarme lo que tiene que ser el hermano mayor…). Y por debajo, el hermano pequeño, el BB414X, que ronda un precio real en tiendas en torno a los 400 euros, y que obviamente no puede presentar los mismos estándares de calidad, pero que viniendo de Yamaha seguro que vale más de lo que cuesta. Esta serie BB hay que considerarla muy mucho si estamos pensando en un bajo pasivo poderoso. Y también si pensamos en un bajo activo, que a lo mejor más vale lo sencillo de calidad que lo sofisticado que no da el nivel.
Jerry Barrios
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