Revista de Bajos

Nello Escortell

Desde el Puerto de Santa María, Cádiz, viene uno de los bajistas más imaginativos y versátiles bajistas del panorama actual nacional, Daniel Escortell, a quien hemos podido ver recorriendo medio mundo con su principal proyecto “Glazz”, un trío de fusión que es capaz de mezclar la bulería con el rock progresivo y el jazz, que cuenta entre sus filas con el guitarrista José Recacha y el batería Javier Ruibal.

Cuéntanos cómo fueron tus comienzos con el bajo eléctrico:
Con 13 años mi padre me consiguió una guitarra española prestada y cuando ya empecé a sacar canciones de oído me di cuenta de que lo que estaba tocando eran las líneas de bajo. Ese día metí la guitarra en su funda y no volví a tocar un instrumento de cuerda hasta los 15, cuando un amigo me preguntó si montaría una banda y le dije que sí, pero que tocaría el bajo. Al poco consiguió que un compañero suyo me prestara una imitación Coreana de Fender Precision. Recuerdo la impresión que me dio tocar la cuarta cuerda al aire y pensar: <<Ahora sí>>.

¿En qué momento te diste cuenta que habías comenzado una carrera como músico profesional?
Empecé a tomarme en serio la música cuando con Javi Ruibal y José Recacha decidimos fundar Glazz en 2006, pero fue cuando iba a dar mi primer concierto con Javier Ruibal (Padre) cuando me di cuenta de que era hora de dedicarle más tiempo al instrumento y de la responsabilidad que suponía tocar el repertorio de otro artista, sobre todo si es alguien a quien admiras desde pequeño y al que sigue tanta gente. Además él siempre ha contado con grandes bajistas, como Alfonso Gamaza, Munir Hossn o Francis Posé, lo cual siempre me ha impuesto mucho respeto a la hora de afrontar sus temas.

¿Cómo te definirías como bajista?
Intento ser versátil y no parecerme a ningún otro bajista (Pero sí aprender de ellos.) Procuro encontrar mi sitio rápido en los proyectos en los cuales me involucro y es raro que diga <<No>> a empezar uno nuevo si veo que va en serio y que puedo aprender algo. No me gusta destacar dentro de las bandas, pero tampoco que el bajo pase desapercibido, porque me gusta hacer líneas originales en la medida de lo posible y obtener un sonido propio.

En directo te hemos visto en alguna ocasión con el contrabajo, cuéntanos como compaginas el trabajo con los dos instrumentos y como influye esto en tu formar de tocar y de componer.
Realmente el contrabajo no lo he sacado mucho en directo, lo que si uso con Ruibal y con Glazz es un NS Omnibass, que es un híbrido entre cello y bajo fretless de cinco cuerdas pero al que se le puede sacar un sonido similar al de un contrabajo según se toque. El último disco de Javier tiene muchos tipos de sonoridades distintas y es un instrumento que le viene muy bien ya que puedo tocarlo con arco, pizzicato o “hacerlo llorar” como un bajo fretless.

El contrabajo de escala ¾ lo tengo desde hace cinco años, aproximadamente, pero no fue hasta hace dos cuando comencé a tomar lecciones y actualmente lo estudio más que el bajo eléctrico, porque a pesar de ser dos instrumentos totalmente distintos, puedo aplicar al bajo la teoría aprendida con el contra. Y a la hora de componer los concibo, también, como cosas diferentes, no ataco un tema de la misma manera ni me salen las mismas notas y disfruto mucho experimentando con el arco usando delays, chorus o incluso un octavador.

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Algo que siempre me gusta preguntar, ya que en la vida de un músico es importante su trabajo diario es ¿Cómo enfocas la práctica y el estudio?
He de confesar que soy muy anárquico a la hora de estudiar. Últimamente he dejado un poco la teoría pura y dura y he vuelto a sacar y líneas de bajo o solos de oído para luego analizarlos en profundidad, como hacía al principio de tocar el bajo. Donde sí soy disciplinado es cuando agarro el contrabajo, es un instrumento que como dejes de estudiarlo una semana te lo echa en cara. No creo que llegue a dominarlo pero sí espero poder disfrutar algún día de tocarlo con una orquesta o en una big band, acostumbrado a tocar a trío, imagino que tiene que ser impresionante.

En el momento de la composición a la hora de preparar un arreglo o sacar una línea para un tema o al hacer un solo, ¿Cuáles son los factores que te llevan a encontrar esa línea que empasta con el tema? ¿En que te basas para el desarrollo, en la melodía, en la rítmica o te dejas llevar por el momento?
Suelo dejarme llevar por el momento tocando muchas notas y luego ir quitando, pero lo que mejor me funciona es escuchar el tema varias veces y canturrear la línea en la cabeza, incluso reproduciendo el tema mentalmente. De este modo ha habido veces en las que he llegado al estudio y he grabado de un tirón lo que tenía en la cabeza. Suelo pensarlo melódicamente en principio y una vez que he encontrado el color entonces pienso en el ritmo. Soy de los que necesita madurar las líneas para estar completamente satisfecho, sobre todo me obsesiono en dar con ese silencio haga al tema caminar.

Y ahora es obligatorio preguntarte por tu banda Glazz, con la que habéis sacado 4 discos y estáis trabajando ya en el 5º, “The Jamming Sessions take 3”, recién grabado ni mas ni menos que en Japón.
En efecto. Pensamos que ya que íbamos a dar unos cuantos conciertos no estaría de más terminar la gira metidos en un estudio improvisando, aunque acabamos un poco agotados. El 5º disco al que te refieres está ya en fase de post producción; grabar algunos instrumentos extra como pequeñas percusiones, colchones de teclados y algún sintetizador en los pasajes más dubitativos. Es algo que ya hicimos en los dos “Take” anteriores y no les vino mal.

Paralelamente estamos componiendo y maquetando el 6º disco, o 3º de conceptual según se mire (Los Take 1, 2 y 3 son EP’s improvisados). Éste tiene la particularidad de que está basado en una historia escrita previamente por nosotros y luego desglosada en escenas con idea de que se conviertan en viñetas de comic. El proceso de composición está consistiendo en asignar un leitmotiv y un timbre a cada personaje, lugar o elemento que aparecen en la historia y en función de eso hacer los temas. Lo más divertido de este disco es que según cómo decidas seguir historia tendrás que saltar a un track u a otro a modo de novela interactiva, por lo que hay varias formas de escuchar el disco e incluso dos finales distintos.

Cada uno de los discos tiene algo más que música detrás, tras el debut con “Let’s Glazz” os superáis con “Cirquelectric” haciendo una propuesta audiovisual que acompaña el espectáculo. Cuéntanos un poco sobre este disco en cuanto a producción, el tratamiento en tu sonido y el del resto de la banda se distancia del resto de vuestro material.
El disco tardó unos dos años en hacerse. Trabajamos en un pequeño estudio doméstico, algo que según se mire, puede ser una ventaja porque permite dedicar todo el tiempo libre a grabar y producir, o una desventaja porque el proceso puede eternizarse. Respecto al sonido es un disco muy cuidado y con muchos matices diferentes. A lo largo de 21 temas se pueden oír desde cellos, hasta un tres cubano o una flauta travesera ya que cada uno correspondería a un número circense y claro, no va a ser igual el del domador que el de los payasos. Hay incluso un tema en el que tocamos dos bandas a la vez (Glazz y Ledatrés), una por cada canal. Es un disco en el que te puedes encontrar con un tema de sonoridad Jazz pero tocado sobre patrones flamencos, con otro tipo Red Hot Chili Peppers, uno que recuerda a los Yes o con una samba. No hay un tema que se parezca al anterior.

Al haber sido una grabación tan larga hemos usado muchos instrumentos distintos, por ejemplo yo recuerdo haber usado dos fretless, un bajo tipo Steinberger (el cuadrado sin pala) Music Man, Rickenbaker… Javi incluso llegó a cambiar de batería y Jose adquirió varias guitarras en el proceso. Entonces los timbres van cambiando a lo largo del disco, pero es algo de agradecer en una obra de casi 80 minutos y tan diversa en estilos.

Luego el directo estaba diseñado para teatros o auditorios y lo acompañábamos de proyecciones, algunas secuencias, una voz en off que iba hilando la historia e incluso de danza con Lucía Ruibal.

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Y tras este disco sacáis “The Jamming sessions take 1” una improvisación en el estudio de Curro Ureba, sin más preparación que llegar y darle al REC. ¿Cómo se afronta algo así? Entiendo que lleváis mucho tiempo tocando juntos y que esa conexión y complicidad es lo que hace que fluyan los 4 temas que tienen una duración total de casi una hora en la que te mantienes como oyente pendiente de todo lo que pasa y como se desarrollan los temas.
Para nosotros fue una sorpresa. Fuimos con la intención de probar el estudio y en concreto la nueva grabadora de cinta que había adquirido Curro. Nuestra idea era grabar el equivalente a un concierto mezclando temas de los dos discos anteriores pero cuando nos pusimos a probar niveles empezamos a improvisar y notamos que había especial compenetración, así que decidimos dar un giro y grabarlo todo improvisado de principio a fin.

Improvisar es algo que nos encanta, aunque no siempre sale como esperamos, ahí está la gracia. Por suerte sí que nos conocemos bien, llevamos tocando juntos desde los 14 años aproximadamente y entre los tres hacemos un buen equipo a la hora de inventar sobre la marcha.

Una anécdota curiosa de ésta grabación es que la cinta se terminaba a mitad de los temas pero seguíamos tocando como si nada hasta que alguien veía a Curro desde el control haciendo señales. Muchos de los que compraron el disco nos escribían al poco tiempo para decirnos que su copia estaba defectuosa porque los temas terminaban de manera abrupta.

Escuchando el último material “The Jamming Sessions take 2” os marcáis de nuevo 78 minutos de improvisación repartida en tres actos. Pero lo más increíble es el lugar donde lo grabasteis, el teatro romano de Baelo Claudia en Tarifa. ¿Cómo nace una idea así? Y sobre todo ¿Cómo fue la experiencia y la complejidad de hacerlo?
Pues primero fue cerrar el bolo y después todo lo demás. Nos propusieron tocar en ese enclave, luego se nos ocurrió que era buena ocasión para grabar el concierto y más adelante le dimos una vuelta de tuerca y decidimos usar también la mañana de ese día para grabar improvisaciones. Fue algo complejo desplazar al equipo de grabación: Estudio móvil, cámaras, iluminación e incluso un drone para tomas aéreas. Pero por suerte contamos con personas que ya nos conocían y que le pusieron el mismo entusiasmo que nosotros, gracias a eso todo fue más sencillo de lo que planeamos y la suma dio como resultado una mañana muy productiva.

La experiencia fue tan intensa que no volvería a repetirla –risas- , o si lo hiciese intentaría pisar la playa (que estaba a menos de 100 metros) en algún momento. El calor era atosigante y había momentos en los que, estando tocando, no éramos conscientes del tiempo que pasaba. Notábamos que algo iba mal cuando de repente los cámaras desaparecían y se iban a la sombra, y es que las cámaras se apagaban al recalentarse o se quedaban sin baterías. La verdad es que no fuimos conscientes de lo que habíamos hecho hasta que lo escuchamos por primera vez.

Y ahora volviendo a los temas más “bajísticos”, te hemos visto con multitud de bajos durante estos años ¿Cuéntanos un poco sobre ese fondo de armario de instrumentos y que te aporta cada uno de ellos?

Podría decir que más o menos tengo un bajo por proyecto, aunque con Glazz los he usado todos. Mi primer bajo en condiciones fue un Yamaha TRB5 de los noventa, muy cómodo y con el que grabé casi todo el primer disco de Glazz. Era un bajo muy versátil pero enseguida lo dejé en desuso cuando me hice con mi primer Music Man, un Sterling que he llevado tanto con Glazz como con Javier Ruibal durante mucho tiempo. Actualmente sólo le doy uso puntualmente en “One Hot Tribute” un tributo a Red Hot Chili Peppers que iniciamos hará unos siete años y en el que el sonido auténtico de esos bajos es muy importante. Con el tiempo el cuerpo empezó a pedirme bajos pasivos (algo de lo que siempre había renegado), fue como una llamada espiritual o algo así, y no paré hasta tener mi primer Jazz Bass, un Squier Classic Vibe que al poco tiempo me hizo fretless mi amigo Jesús Cabral (Chuchi) y que me acompañó en los conciertos de Javier Ruibal hasta que me hice con el Omnibass. De vez en cuando lo enchufo para componer. Hace tres años por fin pude hacerme con un Fender Jazz Bass USA edición 60 aniversario que, aunque está bastante bien, lo uso meramente por requerimientos estéticos en bandas que no admiten instrumentos de corte moderno como son Mind The Zep (Tributo a Led Zepellin) y Furia.

Actualmente mi bajo principal es un Lakland Skyline 55-02 Deluxe de cinco cuerdas que hace por todos los demás ya que tiene circuitería activa/pasiva, una pastilla tipo Music Man y otra single coil “tipo J” además de 22 trastes y un mástil muy parecido al TRB. Con él puedo experimentar hasta el punto de poder sacarle sonidos del tipo Precision. Para el estudio está muy bien porque con hacer un par de combinaciones en sus controles tengo un bajo totalmente distinto.

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Actualmente eres endorser de Ampeg y Lakland, ¿Qué bajo y ampli usas habitualmente en directo y en estudio?
El modelo que uso es un Lakland 55-02 Deluxe. Cuando hablé con Suprovox, distribuidor de la marca en España, les conté que necesitaba algo lo más versátil posible ya que en los discos de Glazz, como he mencionado antes, había usado muchos bajos distintos: Fender, Yamaha TRB, Music Man, Rickenbacker, Honner… y que no podía llevarlos todos de gira pero que además quería volver a usar bajos de cinco cuerdas. Desde entonces se ha convertido en mi principal herramienta de trabajo, tanto en estudio como en directo, además de por su sonido equilibrado y potente, por su comodidad y por cómo me hace destacar en la mezcla.

En escenarios grandes suelo usar cabezales SVT-4/2 y pantallas 8×10 de la serie Classic pero para girar en formato reducido llevo un cabezal Ampeg PF-500 y una pantalla con un cono de 12 pulgadas SVT AV112 o una SVT 210AV, la más económica de las Ampeg, aunque muchas veces uso ambas en cadena según la ocasión. Aparte de esto, recientemente he comenzado a utilizar “in-ears” especiales para bajistas hechos por Earprotech con los que, además de tener mi propia mezcla y oír el bajo perfectamente, evito quedarme sordo.

¿Y que efectos que sueles usar para crear todas esas atmósferas sonoras?
Mi relación con los pedales comenzó con un sintetizador Ibanez, el SB7, que hacía también de envelope filter, luego llegaron los overdrives y comencé a usarlos en cadena con el SB7 (Se pueden oír varios ejemplos en el EP de Glazz “The Jamming Sessions: Take 1”). Estuve un tiempo tonteando con más sintetizadores y el Envelope Phaser de Pigtronix, un gran pedal hacer líneas chulas en plan funky y para poner en cadena con un Big Muff, pero todo cambió para mi cuando descubrí lo que se podía hacer con un delay. Mi favorito es el LFE-64 de la marca española Boreal, pequeñito pero matón, muchas veces voy sólo con él y un afinador. Otro elemento que añadí hará cosa de un año es un Moog Minitaur que es realmente un modulo Moog con dos osciladores y que llevo conectado a un teclado midi que puedo controlar con los pies. Una máquina de hacer temblar las paredes llena de posibilidades. Y lo último con lo que estoy experimentando es un octavador al que le di buen uso durante la grabación del último disco en Japón. Cada pedal que descubro me abre un mundo de posibilidades que aplico de la manera más creativa que puedo.

Hace poco hemos visto que has arrancado con un proyecto nuevo que te va a hacer rodar por toda España, “Furia” una banda que se autodenomina “Western-Rock”. ¿Como surgió la idea de este proyecto?
El proyecto comenzó un año antes de que yo me incorporase y justo cuando andaba buscando proyectos paralelos a Glazz recibí la llamada de Goli, el “frontman” de la banda. Es tan paralelo a Glazz que no tiene nada que ver; ni los circuitos en los que nos movemos, ni el público, ni cómo tengo que tocar y, aunque a priori parezcan composiciones sencillas, me ha costado cierto tiempo adaptarme al tipo de música y encontrar las líneas para que la cosa tenga peso sin dejar de ser original. Es un claro ejemplo de “menos es más”, aunque se puede hacer mucho con menos, ese es el desafío.

Desde entonces no hemos parado de tocar, ni de recibir premios y reconocimientos de todo tipo, estoy contento con el directo que tenemos y cómo el público responde a él. Además es una de esas bandas de las que te dicen: <<Eh, se nota que lo pasáis bien tocando>> y eso es buena señal.

Y por último ¿Qué planes y proyectos tienes en marcha para el futuro?:

Quiero seguir estudiando el contrabajo y no descarto prepararme para entrar en el conservatorio o viajar a alguna escuela. Por proyectos tengo unos cuantos más en mente, desde un tributo a Liquid Tension Experiment (Cuando tenga un Chapman Stick me vendrá bien para aprender a tocarlo) a un grupo tipo Primus e incluso algo de corte Drum & Bass, la cuestión es no parar de crear e intentar hacer cosas interesantes.

Alex Casal

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