Mesa Boogie M9 Carbine, Powerhouse 4 x 10, 1 x 15
Hace ya muchos años que Mesa Boogie dejó de ser la marca de la excelencia “solamente” para los guitarristas, porque la gama de equipos de bajo de este prestigioso fabricante de California ha crecido tanto y con tan buenas críticas que son cada vez más admirados y deseados por los bajistas de nuestro país. Y curiosamente es una marca que más de un bajista de fama mundial utiliza sin pertenecer a esa raza de dudosa credibilidad llamada “endorsers”. Dicho de otro modo, que algunos grandes del bajo tocan con Mesa Boogie y ni la marca les paga, ni salen en los anuncios, ni les regalan los equipos. ¿A que usted eligió la marca porque le gustaba más que ninguna ya hace décadas, Sir Paul McCartney?
Vamos a darnos una vuelta en profundidad por la serie más nueva de Mesa Boogie, cuyo nacimiento data de hace un par de años: la serie M CARBINE. Y vamos a hacerlo con su buque insignina, el M9 CARBINE.
La razón de ser de esta serie, que en la actualidad cuenta con los cabezales M3, M6 y M9 CARBINE (de 300, 600 y 900 W respectivamente) y los combos M3 (1×12) y M6 CARBINE (2×12), fue poner en el mercado una gama de equipos de bajo que atesorasen toda la indiscutible calidad de la marca, a la vez que la etiqueta del precio se mantuviese a raya o al menos en un rango de precios que fuesen más asequibles de lo que tradicionalmente venían costando los amplis de Mesa Boogie.
También comentaremos el rendimiento del cabezal M9 CARBINE con un par de pantallas PowerHouse de Mesa Boogie, la gama más tradicional de la marca americana en lo que a bajo se refiere y las que mejor saben obtener lo óptimo de un cabezal tan poderoso. Las pantallas en sí no constituyen ninguna novedad pero son las compañeras ideales del M9. Igual que se dice eso de que “detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer”, en este caso bien podríamos afirmar que “detrás de un cabezal que suena a gloria siempre hay una (o dos) pantallas que lo hacen sonar a gloria”.
M9 Carbine
Empezaremos la prueba diciendo que los bajos utilizados fueron un Fender Precision American Standard (2010) de 4 cuerdas, un G&L L-2500 americano y un Lakland Skyline 55-02, buscando como siempre poder contrastar el equipo con distintos instrumentos, activos y pasivos y de 4 y 5 cuerdas.
Como ya habréis intuido, el M9 es un cabezal muy poderoso, cuya sección de amplificación es de transistores y de muy similar configuración a la de otros modelos clásicos de la marca (M-Pulse y Big Block) y donde radica la mayor novedad del diseño es en la sección del preamplificador a válvulas y su circuito de saturación.
El panel frontal cuenta con una entrada única, conmutable activo/pasivo mediante un interruptor al efecto, y a continuación la sección de ecualización más sencilla posible, aunque no por ello exenta de una efectividad y calidad abrumadoras, dando un juego de versatilidad que pasma por lo que se puede conseguir con tan solo los típicos controles de Ganancia, Graves, Medios y Agudos. El control de ganancia, como su nombre indica y no podría ser de otra manera, permite que crezca el nivel de la señal entrante que se envía a excitar las siguientes fases del previo, con un sonido llamativo cuando alcanza los niveles propios de ir adquiriendo saturación (allá por la mitad de su recorrido). Me habría gustado hacer la prueba con unos cuantos oyentes con los ojos tapados y haber podido preguntarles si lo que estaban escuchando era un ampli híbrido válvulas/transistores o si estaban ante un bicho todo a válvulas con sangre caliente. Apuesto a que la mayoría se habrían inclinado por ésta última opción, equivocándose. Ese control de gancia va creciendo poco a poco, va calentando el sonido muy poco a poco, lo que hace de él una maravilla que permite máximo control sobre la relación limpieza/saturación y consigue una calidez como pocos amplis he oído en mi vida.
Los controles de graves y agudos tienen una posición central, con una frecuencia de ecualización fija y permiten el recorte o el realce de dicha frecuencia fija mientras que el control de medios solamente permite realce de la frecuencia fija. Además, el control de graves se puede sacar mediante un sistema de botón “push/pull” para añadir una dosis extra de graves al sonido, alcanzando niveles de profundidad realmente llamativos. Y todo ello, con una curva super suave, sin estridencias en los tonos ni saltos bruscos de ningún tipo.
Llegados a este punto, cualquier cabezal habría dicho “ya tengo bastante”. Pues el M9 no, porque a continuación tenemos un ecualizador gráfico de 9 bandas que lo permite todo en términos de búsqueda de tal o cual sonido. Con 12dbs de recorte o realce sobre cada banda, cuando enchufas un bajo empiezas a descubrir “cosas” y matices que no pensabas que podrías jamás encontrar en tu instrumento. Con este ecualizador conseguimos que el Precision de la prueba sonase con unos agudos y una definición que parecía tener una pastilla adicional en el puente, hicimos que la bestia que es el G&L pareciese amansada porque obtuvimos de él sonidos melosos y juguetones con los medios y elevamos el Lakland 55-02 a categoría de bajo hi-fi. El ecualizador puede activarse o desactivarse mediante un interruptor situado junto a él en el panel frontal e igualmente mediante un pedal interruptor que viene incluido con el cabezal, lo cual es utilísimo en situaciones de directo donde necesitemos alternar entre dos variaciones sustanciales de ecualización en el mismo bajo (o con dos bajos diferentes).
Si seguimos el recorrido de izquierda a derecha por el panel frontal encontramos un compresor incorporado con controles de relación (Ratio) y umbral (Threshold), que también se puede activar/desactivar con interruptor, y una curiosa prestación que puede resultar también de gran ayuda. Se trata de un control giratorio con cinco posiciones, llamado “Voice control” que es simplemente el acceso directo a cinco presets de ecualización (bueno, en realidad cuatro porque el último es “bypass”) con distintos sonidos que pueden servir como punto de partida para moverse en 4 “universos” distintos de ecualizaciones clásicas muy estudiadas.
Por último, el control de volumen general que además tiene una función silenciadora que se activa tirando del control hacia fuera o mediante el pedal controlador que acompaña al cabezal.
Terminaremos esta descripción con la parte posterior, donde se sitúan todos los conectores que cabe esperar de un amplificador de este nivel: jacks/speakon para las salidas de altavoces (2), un interruptor para seleccionar la impedancia de adecuada según la configuración de pantallas que llevemos (8/4/2 ohms), envío y retorno de efectos, salida para afinador, conmutador de tierra, conector para el pedal que conmuta el ecualizador gráfico y la función silenciadora “mute” y, por últiimo, salida DI de alta calidad con posibilidad de configurarla pre o post ecualización.
Su estética bien la podéis apreciar en las fotos, siendo una acertada combinación entre la modernidad de sus materiales y su estilización de líneas que contrasta con la evocación clásica de sus potenciómetros, interruptores y luz de encendido. Puede adquirirse “desnudo” para su montaje en rack o con una cubierta de vinilo a modo de cabezal clásico, siendo esta última opción la más imponente desde el punto de presencia visual.
Powerhouse 4X10 Y 1X15
No vamos a entrar exahustivamente en la descripción y análisis de características de las pantallas, sino más bien su presencia aquí es meramente como acompañantes de lujo en la prueba de un cabezal que necesita unas compañeras de viaje que estén a su altura.
Ambas pantallas son lo que cabe esperar de productos Mesa Boogie: magníficamente construidas, con máxima calidad hasta en los detalles más insignificantes (solo hay que mirar las esquineras, como están rematadas y fijadas a las pantallas). No se enmarcan precisamente en la corriente hoy tan de actualidad de las pantallas que pesan poco, aunque tampoco son excesivamente pesadas porque sus dimensiones son contenidas, pero la solidez de su construcción y la consistencia de su sonido bien lo justifican y merecen la pena a la hora de transportar “unos kilitos” más. Están basadas en la tecnología propia de Mesa Boogie conocida como “tri-porting”, que consiste en tres puertos individualmente diseñados para hacer sonar y realzar las diferentes partes y frecuencias del espectro sonoro de un bajo. La rejilla metálica frontal es muy resistiente y en las dos se permite, en su panel posterior, la graduación de atenuación del tweeter. Además, para rizar el rizo, la 4×10 tiene un interruptor que permite la elección del corte de división de frecuencias: 5k, 4k y 3k, según queramos más o menos brillo en el sonido.
Combinamos en la prueba ambas a la vez, solamente la 4×10 y solamente la 1×15. Y aquí van las conclusiones de sonido.
Sonido
Como mandan los cánones, empezamos por probar, con los tres bajos, con todo plano en el cabezal, ganancia y volumen general a un cuarto de su recorrido. La primera impresión es que respeta por completo el carácter del instrumento, aunque dotándole de una pegada impresionante y de una claridad sorprendente, incluso cuando lo probamos solamente con la pantalla de 1×15.
Después de un rato, empezamos a jugar con la ecualización estándar (no el ecualizador gráfico). Como ya dijimos antes, la calidad y suavidad de las variaciones es asombrosa y solamente con esta sección podemos alcanzar una paleta de tonos válida en cualquier circunstancia y a cualquier nivel de exigencia. Graves masivos (y aún más si tiramos del potenciómetro para activar la función “Deep”), agudos vivos y muy naturales, medios para dar y tomar y poder cortar la mezcla con señorío… ¡y sin tocar aún el ecualizador gráfico!
Además, recordemos que está el Voice Control, con sus 4 presets de ecualización, estudiados al detalle para quien prefiera ecualización “pret a porter”.
Cuando entramos a trabajar con el ecualizador gráfico, inmediatamente llegamos a una conclusión: su función no es la de configurar el sonido preferido del usuario, porque para eso está la sección de ecualización ya comentada, sino corregir o compensar las características acústicas adversas de los locales de ensayo, escenarios, salas o recintos de conciertos. Y esto es algo que, bien manejado y estudiado, puede hacernos ver el cielo. Todos tenemos nuestro sonido pillado, sabemos lo que nos gusta y como conseguirlo con nuestro equipo, pero de repente llegamos a tocar a un sitio y parece que el amplficador no fuese el mismo, que suena distinto. ¿Por qué? Muy fácil: porque cada lugar tiene unas características acústicas diferentes. Si somos capaces de darnos cuenta de cual o cuales son las bandas de frecuencias que nos están cambiando el sonido, podremos corregirlas en el ecualizador gráfico, montando esas correcciones “sobre” nuestra configuración de ecualización preferida. Y para eso las 9 bandas del M9 son un mina de oro. Hace falta cierta experiencia en el manejo de gráficos para sacarles el rendimiento adecuado, pero la experiencia solamente se adquiere, que yo sepa, de una manera: experimentando.
Mención aparte merece el compresor incorporado, que permite un toque de compresión muy uniforme y satisfactoria, graduable con inhabitual sensibilidad para lo que suelen ser los compresores de los amplificadores. ¡Lástima que no se pueda activar/desactivar con el pedal como ocurre en otras series de ampils de Mesa Boogie! Esa es una prestación que algunos echarán de menos sobre el escenario.
Evidentemente, con dos pantallas pudimos observar claramente el aumento de potencia al cambiar la impedancia y luego con una solo en sus dos versiones (4×10 y 1×15) la potencia disminuyó. Para quien pueda y quiera, desde luego recomendamos combinar el M9 con las dos pantallas, porque resulta mucho más vigoroso y porque tímbricamente se recogen mejor las posibilidades de su salida con conos de 10” y de 15” combinados. No obstante, para quienes exclusivamente quieran su utilización con una sola pantalla, recomendamos claramente la 4×10, que es la configuración más clásica, donde la pegada se hace más manifiesta y donde, a pesar de perder un poco en profundidad de graves ante la ausencia del 15”, la presión sonora es mayor y da más sensación de potencia que con la pantalla de 1×15, donde el sonido, cuando se conecta ella sola al M9, se torna más profundo pero con algo menos de llegada y decisión.
Como tiene tantas posibilidades, este es un cabezal que sirve para todos los generos musicales. Puede parecer un amplificador más concebido para el rock que para otra cosa, pero eso es puro estereotipo. Porque la pegada no está reñida con la nitidez, muy al contrario, la una necesita a la otra. El slap sale por las pantallas y sus tweeters tanto como nosotros le dejemos con la graduación del atenuador de tweeter que hay en ambas. Los tonos densos y cálidos del rock se acomodan con una facilidad más que natural. Hay respuesta inmediata a los transitorios de los que tocan con más ataque (para quienes tocan con púa o con pulsación fuerte), pero el M9 refleja perfectamente cualquier matiz que se desprenda del diapasón, ya sean matices suaves o matices de fuerza. Este amplificador tiene mucha calidad y puede con todo.
Y su precio, sin ser un regalo, nos acerca más que nunca a la excelencia de Mesa Boogie. No sé si podrás comprarlo, pero si tienes la oportunidad de probar uno en alguna tienda no la pases por alto. Y luego me cuentas.
Jerry Barrios
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