Como el amplificador del bajo influye en el sonido
El mundo del amplificador ha evolucionado muchísimo en los últimos años, tanto que la cantidad y calidad a elegir nos puede marear. Atrás quedo esa simple división entre válvulas o transistores, ya que dentro de esta división las versiones y variantes disponibles son enormes. Esto nos hace difícil elegir qué tipo de amplificador es el que buscamos, pero como siempre digo, bienvenida sea esa dificultad ya que a gustos colores. A pesar de ello, sí que vamos a usar esta simple división entre válvulas y transistores para luego ver que encontramos dentro de cada una de ellas.
Aunque el primer amplificador de audio apareció en 1906 de la mano del inventor estadounidense Lee de Forest, no fue hasta la década de los años 40-50 y gracias a los avances tecnológicos de postguerra, que podemos hablar ya de los primeros amplificadores a válvulas para el público en general. Estos amplificadores se usarían en televisores, transistores y gramófonos, haciéndose muy populares en las décadas posteriores. Así pues, toda esta tecnología paso rápidamente al mercado de masas junto con la “invención” de la guitarra y el bajo moderno, tal y como lo entendemos hoy día.
Un poco más adelante, en la década de los 70, se empezó a sustituir la tecnología de las válvulas por los modernos transistores de silicio. Las válvulas nunca desaparecieron, como vemos hoy en día, pero la tecnología y el mercado evolucionaron hacia componentes más pequeños, más económicos de fabricar y eficientes energéticamente como eran los transistores y los semiconductores. Como en todo en nuestro día a día, la evolución siempre nos lleva a objetos y componentes más pequeños.
¿Ahora bien, en qué afecta esto en nuestro sonido? Pues afecta y mucho, ya que nunca será lo mismo el sonido que podemos conseguir de un amplificador a válvulas que de uno a transistores o de un moderno Clase D debido a la naturaleza en su funcionamiento; la forma en que los dos tipos de amplificadores “amplifican” y potencian la señal directa de nuestras pastillas es diferente.
El sonido que busquemos estará determinado por el tipo de amplificador que usemos, junto con el tipo de instrumento y tipo de cable. Esto es lo que nosotros llamamos el “triangulo”. Si modificamos uno de estos 3 componentes nuestro sonido puede variar considerablemente, así que es esencial contar con un equipo de calidad en estos tres puntos. Si tenemos un buen amplificador pero nuestro instrumento es de gama baja, el amplificador simplemente aumentara los aspectos negativos del instrumento. En cambio no pasa al contrario, que un instrumento de gama alta suene mal en un amplificador “normal”. Esto se debe a que el amplificador es más importante de lo que la gente piensa en esta cadena que nos lleva a nuestro tipo de sonido deseado. Todo en el triángulo es importante, pero el amplificador es esencial y determinante para tener un buen sonido.
Para hacer un pequeño resumen diríamos que los amplificadores de válvulas nos darán un sonido más cálido, con más carácter, por así decirlo más natural e imperfecto, llegando incluso a saturar. Pero uno de los grandes inconvenientes es que estos amplificadores, al funcionar con válvulas necesitan de más temperatura para funcionar, digamos que requieren de un tiempo de “calentamiento” para obtener su máximo rendimiento y es precisamente esto lo que hace que estos equipos sean tan delicados. Además, acostumbran a ser equipos más voluminosos y pesados, por lo que su transporte es muy incómodo.
En el otro lado de la balanza tenemos los amplificadores a transistores o “solid state”, que nos darán un sonido más limpio y homogéneo, mas hi-fi como solemos decir. Son equipos más pequeños y fáciles de transportar, que no se calientan tanto como es el caso de las válvulas. Además, hoy en día dentro de los transistores contamos con los modernos equipos Clase D, que son todavía más eficientes y pequeños gracias a la mejora de la tecnología. Son equipos muy muy pequeños pero de gran potencia y con un peso súper-reducido.
Además, otra opción a tener en cuenta es que este tipo de amplificadores cuentan con más de un canal, algunos cuentan con un simulador de válvulas y la gran mayoría tiene entrada independiente para efectos, lo que los hace muy prácticos para el uso de pedaleras u otros dispositivos de efectos.
Elijamos el tipo que elijamos, otra variable a tener en cuenta es la potencia de nuestro amplificador. Como norma general, entre 50 y 100w sería una potencia suficiente para un pequeño equipo de ensayo para nuestra casa. Obtendremos un buen rendimiento a un volumen razonable, sin forzar demasiado el amplificador. Pero si lo que queremos es un equipo para ensayos en local o ya para directo en pequeños locales, tendríamos que mirar equipo de entre 300-500w. Para directos en locales de grandes dimensiones estaríamos entre los 700-1000w de potencia, ya que obtendremos un gran volumen de salida que podremos regular sin saturar la señal y forzar el amplificador, ganando en calidad de sonido y alargando así su vida útil.
La potencia a elegir es una cosa personal, al igual que el tipo de amplificador, por eso debemos probar diversas opciones antes de elegir qué equipo quedarnos. No solo es cuestión de potencia, sino de tipo de amplificador y que previo lleva. Si “colorea” mucho o en cambio nos da un sonido lo más fiel y natural posible. Todos estos parámetros harán que nuestro instrumento suene de una manera o de otra de forma radical ya que el amplificador es parte esencial y casi determinante de nuestro sonido. Cada amplificar lleva incorporado un previo interno que define los parámetros de ecualización del mismo y es aquí donde cada fabricante le da a su amplificador su carácter, su sonido característico para diferenciarse del resto de la competencia. Se puede decir que cada marca tiene su “sonido” o como ellos creen que tiene que sonar un instrumento. Es por esto que el amplificador es tan importante en ese “triangulo” del sonido.
Ligado a la potencia del amplificador debemos tener en cuenta el formato que más nos conviene: si combo o cabezal+pantalla. Los primeros son más compactos y fáciles de transportar, siendo ideales para pequeños espacios o para practicar en casa. Los segundos ofrecen más potencia y dinámica, siendo ideales para conciertos en espacios grandes.
Ambas opciones tienes sus pros y sus contras así que de nuevo debemos tener en cuenta cuál de ellos se adapta mejor a nuestro instrumento y al uso que le vamos a dar. Lo más simple y práctico en muchas ocasiones es siempre lo mejor, así que elegid con paciencia y sin prisas.
Buscad siempre un amplificador acorde con vuestro estilo musical y necesidades de transporte, dejando de lado las modas o tendencias del mercado ya que solo responden a intereses comerciales. Solo vosotros mismos sabéis lo que mejor os funciona y si no lo sabéis lo mejor es salir a probar cuantos más amplificadores mejor. Tener diversas opciones donde os ayudara a conocer mejor el producto que queréis comprar, a investigar y profundizar antes de comprar nada. Una vez hayáis elegido vuestro nuevo equipo será el momento de adaptarse y jugar con él, de empezar a sacarle el sonido que teníais en la cabeza. Aunque al principio es podrá resultar difícil, este es un proceso que acostumbra a llevar cierto tiempo.
Toda adaptación a un cambio lleva su tiempo, pero hay que tener paciencia y al final veréis como el sonido está ahí dentro, simplemente hay que experimentar con el equipo y aprender a “sacar” ese sonido.
Xavier Lorita
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